El pasado 7 de abril los alumnos de 4º ESO comenzamos nuestro viaje a Barcelona. Aunque el madrugón se notó, las ganas y la ilusión del viaje hacían que mereciera la pena. Sin embargo, la ilusión duró poco ya que recién subidos al autobús nos requisaron el altavoz y los teléfonos móviles que tanto queríamos disfrutar durante esas horas de viaje. Arrebatarnos aquellos dispositivos fue como si nos extirparan una parte de nuestro propio ser, algo que demostraba claramente la gran debilidad que tenemos por estos malditos dispositivos.
Pasaron los kilómetros y por fin llegamos a Zaragoza donde nos esperaba la Basílica del Pilar. Tras visitarla, comimos todos juntos en la plaza y tuvimos tiempo libre para tomarnos un helado y comprar un par de cintas de la “Pilarica” para llevar a la familia.




Por la tarde, el viaje continuó rumbo a Barcelona y aunque aún nos quedaba bastante camino, en esta ocasión las profes tuvieron algo de consideración y nos dejaron disfrutar de nuestra apreciada tecnológica. El viaje se hizo llevadero pero los últimos kilómetros fueron los peores ya que nos pilló bastante tráfico de entrada y las ganas de poder estirarnos y salir del autobús cada vez eran mayores. Por fin en Barcelona, instalados en el albergue y repartidas las habitaciones, la cena del primer día fue un tanto humilde y poco trabajada, pero mejor era eso que nada.
Cuando terminamos de cenar, a pesar de la hora, el día no terminó ahí. Como habíamos estado mucho tiempo sentados, los profesores decidieron que fuéramos a dar un paseo por el barrio con los balones de fútbol y baloncesto, así que la noche prometía. Después de dar una vuelta por la zona, terminamos en un parque donde algunos pudimos jugar al baloncesto mientras otros se quedaron en grupitos hablando o jugando a una especie de ping-pong combinado con fútbol, un deporte un poco raro pero que parecía gustar a mis compañeros. Sin duda, esta salida, fue la mejor manera de cerrar el día.



Tras pasar una noche que pareció haberla pasado en el mismísimo Sahara, pero por suerte, sin mosquitos, a las 7:30h comenzó la ronda para despertarnos. El desayuno a diferencia de la cena anterior no pintaba tan mal, teníamos para elegir entre diferentes zumos, cereales, magdalenas, bacon, tortilla… así que llenamos bien la tripa para poner rumbo a la playa. El viaje hasta la playa duró casi una hora así que mientras algunos dormían, otros disfrutamos de nuevo de nuestros móviles.
En la playa nos esperaba una lancha motora con una colchoneta enorme para arrastrarnos. La actividad estuvo genial solo que a pesar del traje de neopreno que nos dieron, el agua estaba bastante fría por lo que más nos valía ser hábiles y no terminar metidos en el mar.
Después de cambiarnos de ropa, comimos en un restaurante que estaba en la misma playa. El ejercicio y la adrenalina de esa mañana se notó, porque el pan y la coca-cola que nos dieron antes de comer, no duró ni un minuto sobre las mesas.







Terminada la comida, la tarde fue toda de ciencias en el Museo de Cosmocaixa. Era un museo un tanto raro. Tenía una zona que era como caminar por el Amazonas y otra de talleres, pero estuvo muy bien desde nuestro punto de vista ya que, en vez de mirar y escuchar, podíamos tocar y jugar con los distintos experimentos de Física, Biología y Geología. Hubo uno de los experimentos que era competir contra un compañero con la mente (mindball); teníamos que ponernos una cinta en la cabeza y quien estuviera más relajado y concentrado podía mover más una bola que se encontraba dentro de un tubo. Aunque el museo nos gustó, nuestra preocupación ese día era otra: poder ver el partido del Real Madrid contra el Arsenal.
Cuando llegamos al albergue y bajamos a cenar, la coordinadora había conseguido un ordenador para poder ponernos en la televisión el partido del Madrid. Sin embargo, hubiera dado igual no verlo… porque menudo desastre…








El tercer día fue el más intenso pero el más interesante. Caminamos por el Paseo de Gracia y vimos la Casa Batlló y el mosaico de Joan Miró en la Rambla. Aunque nos hubiera gustado pararnos en las tiendas de esa zona para coger alguna camiseta, el autobús nos esperaba para ir a la Sagrada Familia. Al llegar allí, aquello me impresionó un montón. Nunca antes la había visitado y me sorprendió mucho la altura y el detalle con que Gaudí había hecho cada rincón tanto de su fachada como del interior. La luz de colores que había en el interior, hacía que fuera una basílica muy diferente.
Para comer, en esta ocasión nos desplazamos a las piscinas olímpicas de Montjuic donde pudimos ver la piscina mientras comíamos. Aunque no había apenas gente, el sitio ya estaba lleno de policías ya que esa misma tarde jugaba allí mismo el Barsa contra el Dortmund.
Por la tarde conocimos el Barrio Gótico a través de un Scape-room que prepararon las profesoras de Lengua. Comenzamos adentrándonos en el casco histórico a través de la novela de Idelfonso Falcones (La Catedral del Mar) donde visitamos la Basílica de Santa María del Mar y descubrimos alguna de las curiosidades que escondían sus vidrieras. Seguimos recorriendo la zona con distintas actividades mientras jugábamos con sopas de letras, acertijos y fragmentos literarios que contenían parte de la historia de la ciudad.











El último día en Barcelona nos levantamos pronto para terminar las maletas y después de desayunar, la coordinadora cambió el programa para dejarnos toda la mañana de tiempo libre para poder comprar las camisetas que queríamos y disfrutar de la ciudad a nuestro aire.
Terminado ese tiempo, fuimos al punto de encuentro que nos habían dicho los profes y después de que comprobaran que estábamos todos y recogiéramos los bocadillos para comer en el viaje, pusimos rumbo a Madrid. Se notaba que habíamos tenidos unos días muy intensos y que habíamos dormido poco porque nos quedamos fritos en cuanto nos sentamos en nuestro sitio.
Alrededor de las 21:30h llegamos al Flori, lo que significaba el fin de nuestro viaje y el inicio de las vacaciones de Semana Santa.
Firmado: los alumnos de 4º ESO
