Trabajar para conseguir una meta común con 22 niños no es nada fácil, especialmente cuando el profesor se “retira” y deja que ellos experimenten poniendo en común sus propios juicios y opiniones.
No podemos diseñar, crear y producir una ópera sin colaboración y sin trabajo en equipo. Tenemos que aprender las herramientas para aplicarlas en nuestro proceso de creación y para ello hemos hecho la “Alfombra Mágica”:
Nuestra compañía lleva meeeeses volando sobre una alfombra y, como vamos sin zapatos ¡¡ huele fatal a pies!! Hemos decidido darle la vuelta para que el viaje sea más placentero, menos oloroso y no se nos maree nadie. Pero como estamos volando, tenemos que hacerlo en el aire y no se puede caer ningún miembro de la compañía al vacío porque habría que volver a empezar.
Imaginaos a los 22 peques a la vez aportando sus ideas y sugerencias a la solución; por supuesto, la solución de cada uno es la única que vale, mi idea es la mejor y es la que hay que hacer. Hemos tenido de todo: gritos, desesperación, enfados, cuatro o cinco caídas al vacío, unos que se lo tomaban en serio, otros que se dejaban llevar, muchas risas, algún que otro saboteador…
Crear una cultura que fomente que los niños expresen sus emociones de manera correcta es esencial para que construyan sus relaciones personales. Cada vez que algún miembro se ha caído hemos parado, nos hemos sentado alrededor de la alfombra a reflexionar y hemos compartido con los demás lo que creíamos que no estaba funcionando y qué cosas podríamos perfeccionar.
Inmediatamente después se sientan a escribir sus emociones porque tras una sesión tan intensa no pueden contenerse, necesitan volcar en el papel lo que tienen dentro y es cuando aparece la magia… ¡emergen las ganas de escribir!
De momento no hemos conseguido superar el reto, pero no importa porque hemos aprendido cosas muy valiosas para nuestro grupo de profesionales. Haciendo esta metáfora hemos descubierto que si no nos escuchamos no vamos a encontrar la solución, que gritar no nos sirve de nada y que tenemos que ayudarnos unos a otros. En LÓVA los errores sirven para construir, de la misma manera que deberían servir para construir en el mundo real.